16 de junio de 2025 — Lo que comenzó como una operación quirúrgica israelí contra objetivos militares en Irán se ha convertido en la confrontación directa más sangrienta entre ambos países en la historia reciente. La denominada Operación León Naciente, lanzada por Israel el pasado 13 de junio, desencadenó una cadena de represalias que ya deja centenares de muertos y una región al borde de una guerra total.

Israel ha confirmado ataques a más de cien objetivos estratégicos en territorio iraní, incluyendo instalaciones nucleares, centros de mando de la Guardia Revolucionaria y complejos de defensa aérea. Como consecuencia, al menos 224 personas han muerto en Irán, entre ellas altos funcionarios militares y científicos vinculados al programa nuclear. Medios independientes estiman que las cifras podrían ser aún mayores.

En respuesta, Irán lanzó múltiples andanadas de misiles y drones contra ciudades israelíes como Tel Aviv, Haifa y Jerusalén. Los ataques han dejado 24 muertos en Israel y más de 800 heridos, según las autoridades. Entre las víctimas hay civiles que fueron alcanzados en zonas residenciales, estaciones de transporte y edificios públicos.

Aunque los daños a infraestructura han sido significativos —con refinerías, hospitales y medios de comunicación atacados en ambos bandos—, son las pérdidas humanas las que marcan el ritmo de la tragedia. Las calles de Teherán y Haifa se han convertido en escenarios de emergencia, con hospitales desbordados y sirenas que no cesan.

Las imágenes que circulan muestran barrios reducidos a escombros, familias huyendo y voluntarios intentando rescatar vidas entre ruinas humeantes. Las autoridades israelíes aseguran haber logrado supremacía aérea sobre Irán, mientras Teherán promete una “respuesta prolongada y devastadora”.

La comunidad internacional observa con creciente alarma. Las Naciones Unidas, la Unión Europea y líderes del G7 han exigido contención y un alto al fuego inmediato. Sin embargo, con los discursos radicalizados desde ambos gobiernos y la sangre aún fresca, el camino hacia la desescalada parece lejano.

Mientras tanto, los muertos siguen aumentando y la región, ya cargada de tensión histórica, entra en una nueva etapa de incertidumbre con consecuencias potencialmente globales.