Londres, 14 de julio de 2025 — El expresidente estadounidense Donald Trump será recibido con todos los honores reales por el rey Carlos III del 17 al 19 de septiembre, en una visita de Estado histórica y sin precedentes. Se trata de la segunda vez que un presidente de EE. UU. recibe este trato en el Reino Unido, algo que no se había concedido ni siquiera a mandatarios reelegidos como Barack Obama o George W. Bush.
El Palacio de Buckingham confirmó este lunes que Trump, acompañado por su esposa Melania, será hospedado en el castillo de Windsor, ya que el palacio principal se encuentra en renovación. Aunque el exmandatario es notoriamente impopular entre los británicos —con apenas un 16% de opiniones favorables— la invitación fue cursada directamente por el rey, entregada en febrero pasado por el primer ministro británico Keir Starmer en la Casa Blanca.
La visita llega dos meses después de la reciente recepción al presidente francés Emmanuel Macron, que también fue recibido en Windsor con el protocolo habitual: guardia de honor, paseo en carruaje y cena de Estado con 150 invitados.
Trump, gran admirador de la monarquía británica —como lo fue su madre, nacida en Escocia—, había manifestado su deseo de regresar a Windsor desde que recibió la carta del rey. Según el diario The Times, el primer ministro Starmer habría presionado al monarca para concretar esta visita, con el objetivo de capitalizar el entusiasmo de Trump por la pompa real, a pesar de ciertas reservas en el entorno del rey, especialmente por las recientes declaraciones del expresidente sobre una supuesta anexión de Canadá, país del que Carlos III también es jefe de Estado.
La Cámara de los Comunes estará cerrada durante la visita debido al receso parlamentario, lo que evitará posibles protestas de legisladores. Sin embargo, la Cámara de los Lores se mantendrá en funciones.
Como antesala, Trump y Starmer sostendrán un encuentro privado a finales de julio en Escocia, donde el expresidente posee dos complejos de golf. Esta reunión podría preparar el terreno para una visita que, aunque revestida de protocolo, no está exenta de controversia política y simbolismo internacional.
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