La crisis habitacional en Canadá ha dejado de ser una advertencia futura para convertirse en una emergencia nacional. A pesar de las promesas federales, los canadienses enfrentan uno de los mercados inmobiliarios más inaccesibles del mundo. Ni las tasas de interés más bajas ni las inversiones públicas han logrado frenar la escalada de precios y la falta de vivienda asequible en las principales ciudades del país.
Según datos recientes de la Corporación Canadiense de Hipotecas y Vivienda (CMHC), se necesitan 3.5 millones de viviendas nuevas para 2030, una meta que parece cada vez más inalcanzable. En lugar de los 500 000 hogares necesarios cada año, Canadá apenas construye un poco más de la mitad.
Vancouver y Toronto: epicentros de la crisis
Vancouver encabeza el drama. Una casa unifamiliar puede costar más del 100 % del ingreso anual promedio. Las tasas de pobreza en zonas como el Downtown Eastside son alarmantes, y miles de personas viven en situación de calle. A esto se suma la crisis de los “condominios con filtraciones” que ha costado miles de millones en reparaciones.
Toronto no se queda atrás: se ha convertido en una de las ciudades menos asequibles del planeta. La situación es tan crítica que el acceso a viviendas sociales se rifa mediante sorteos municipales, con decenas de miles de postulantes para apenas un puñado de unidades disponibles.
Quebec y las ciudades invisibles
Mientras tanto, pequeñas y medianas ciudades como Granby, Marieville, Rimouski o Drummondville sufren una vacancia inferior al 0.3 %. Son zonas donde simplemente no hay dónde vivir, y las soluciones llegan tarde o nunca.
Más inmigración, menos planificación
Uno de los detonantes más visibles es el crecimiento poblacional. Con más de 395 000 nuevos residentes permanentes al año, sumados a trabajadores temporales y estudiantes internacionales, la demanda de vivienda se ha disparado. Pero las políticas públicas no se han adaptado a este ritmo, generando un desajuste entre población y oferta que golpea a todos los niveles.
¿Qué se está haciendo?
El gobierno federal ha destinado miles de millones en préstamos y subsidios, y algunas provincias como Ontario han aprobado leyes para acelerar la construcción. Sin embargo, expertos señalan que los esfuerzos están fragmentados, y que sin una estrategia unificada, el país seguirá profundizando su déficit habitacional.
La crisis de vivienda en Canadá ya no es solo un problema de precios, sino un reflejo de decisiones políticas desalineadas, desigualdades regionales y un modelo económico que ha fallado en garantizar el derecho básico a una vivienda digna.
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