
En la ciudad de Santa Tecla, La Libertad, aún se cuentan historias sobre la familia Guirola, cuyo origen se remonta a finales del siglo XIX. Esta familia se convirtió en una de las más influyentes de la región gracias a la próspera industria del café y el cultivo del añil, productos que llevaron su nombre hasta Estados Unidos y el Caribe.
Según la leyenda local, el fundador de la familia Guirola llegó a Santa Tecla proveniente de un pequeño poblado, con pocos recursos pero una habilidad destacada para los negocios. Con esfuerzo, ahorros y préstamos, adquirió tierras fértiles y construyó una de las mansiones más majestuosas de la ciudad, donde vivieron varias generaciones.
Sin embargo, alrededor de la familia Guirola siempre circularon rumores oscuros. Los vecinos aseguraban que su repentina riqueza se debía a un supuesto pacto con el diablo. Las historias hablaban de visitantes extraños que llegaban a altas horas de la noche, luces misteriosas en las ventanas y ruidos inexplicables que alimentaban la inquietud de la comunidad.
La conducta reservada del patriarca Guirola reforzaba las sospechas. No invitaba a nadie a su casa salvo a forasteros de apariencia poco común y sus descendientes imitaban su mismo hermetismo. La situación llegó a un punto crítico cuando una joven trabajadora doméstica desapareció sin dejar rastro tras haber sido contratada por la familia. Las autoridades, alertadas por los familiares de la muchacha, inspeccionaron la mansión y encontraron que, detrás de sus enormes muros, la familia vivía en condiciones precarias, sin muebles ni comodidades, algo que contrastaba con la riqueza que se rumoraba poseían.
Con el paso de los años, la grandeza de la familia Guirola se desvaneció. Hoy solo quedan vestigios de aquellas grandes mansiones que formaron parte del esplendor de Santa Tecla. La leyenda persiste como un recuerdo de una época en la que la fortuna y el misterio se entrelazaron en la historia de esta familia que, para muchos, hizo un trato que hasta hoy sigue sin esclarecerse.

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